Son las 12h45 y la suculenta mezcla de olores invita a la familia a sentarse a la mesa. Tras una mañana completa en la escuela, todos los niños de la familia se sienten desesperados para empezar a disfrutar el almuerzo. Pero retienen sus instintos ya que conocen que primero es lo primero: dar gracias a Dios por su provisión para nuestra mesa.
Es el turno del más pequeñito de la casa - JS. Comienza con palabras reverentes al Dios de los cielos y la tierra, y tras rápidamente agradecerle por su generosidad expresada sobre nuestra mesa del comedor, añade:
“… Y Señor, cuídame cuando yo vaya a China antes de pasar por Madagascar, cuando yo sea adulto, por supuesto. Amén!”
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